Zapotillo Hermoso
Karaoke Roberto H. García Ríos Karaoke Roberto H. García Ríos
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 Published On Mar 10, 2016

Era aproximadamente las nueve de la mañana del 31 de diciembre de 1973, todos los oficiales, jefes de los diferentes puestos de vigilancia de fronteras ubicados en la margen izquierda del río Chira nos habíamos reunido en el Puesto de Comando de Las Playas para, según nosotros, bajar a Sullana a pasar Año Nuevo.
El capitán, nuestro jefe, fue muy escueto: “Todos pueden bajar, menos García que se queda como Jefe”.
En esos momentos de amargura se acercó mi compañero “Chez” y me dijo: “Roberto, yo me quedo contigo”.
Vimos partir a todos nuestros compañeros: “Mochita”, “El Mariscal”, “Jan” y otros más.
Ni bien se fueron mis compañeros y el jefe, Chez me dijo: “Roberto, vamos a mi puesto a pasar Año Nuevo”. Chez trabajaba en un puesto llamado Pampa Larga que quedaba en una pequeña elevación y a sus orillas pasaba el río Chira y frente al puesto, cruzando el río quedaba Zapotillo”. Yo diría que quedaba el paraíso llamado Zapotillo.
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Nuestro viaje a Pampa Larga con mi amigo Chez y qué significa VOLAPIÉ
Alrededor de la una y media de la tarde pasó un camión que iba hacia Pedro Domínguez, que era el siguiente puesto ubicado en una colina y a sus pies pasaba el río Quiroz, que era un afluente del río Chira.
Después de unos cuarenta minutos de viaje llegamos al río Quiroz, grande fue nuestra sorpresa al encontrar que ese pequeño río, que lo cruzábamos caminando, ahora era un río que arrastraba todo cuanto encontraba en su camino.
Decidimos seguir… pero solo había una forma de ir al norte: cruzando el río a volapié… en una mano uno tenía que llevar su ropa y con la otra tratar de mover las aguas para que no nos arrastre más de la cuenta. El truco consistía en nunca perder la postura vertical, porque si la pierdes, puedes perder la vida. Luego de unos minutos interminables, luego de muchas magulladuras en los pies, luego de mucho esfuerzo, logramos nuestro objetivo y llegamos al otro lado.
El viaje aún no había terminado, aún teníamos que caminar unas cuantas horas para llegar a Pampa Larga… pero eso era lo que mejor sabíamos hacer.
Alrededor de las cinco de la tarde llegamos al puesto de Chez. Inmediatamente fuimos al río a bañarnos.
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Año Nuevo 1974 en Zapotillo - Ecuador
A las nueve de la noche Chez me dice, “sígueme”… yo lo seguí. Bajamos al río Chira y allí nos esperaba un balsero quien en su balsa nos hizo cruzar el río. Llegamos a Zapotillo, un pequeño pueblito ubicado a orillas del río Chira. Zapotillo, a diferencia de Pampa Larga, tenía sus calles asfaltadas y había igualmente una carretera asfaltada que conectaba con el resto de ciudades del Ecuador.
El pueblo se había volcado a su Plaza de Armas, todo era algarabío, todo era alegría, la gente danzaba al son de los sanjuanitos, de los aires típicos, de los albazos, etc.
El padre Franco, ese día, anunció al pueblo que había compuesto una canción dedicada a Zapotillo y puso un disco 45 RPM y empezó a sonar la canción que ustedes tienen el privilegio de escuchar hoy: “Pueblo que naciste bajo las palmeras y junto a un gran río, eres pueblo mío, Zapotillo hermoso, muy lleno de ensueños… eres el encanto de nuestra frontera. Verdes tamarindos y esbeltas palmeras danzan muy airosos al son de los vientos y a las frescas aguas de tu hermoso río tus hijos acuden con gran alegría, por eso te aclamo ¡Oh pueblito mío! Como un paraíso escondido en la tierra…”
Pero sigamos con nuestro relato. A las doce de la noche, como es habitual, todos se empezaron a abrazar, nosotros, no obstante que teníamos algunos amigos allí, nos quedamos en el centro de la plaza, solos. No nos saludamos por Año Nuevo.
La fiesta continuó y a las tres de la mañana, más o menos, decidimos regresar al Perú, mejor dicho, decidimos cruzar el Chira.
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El retorno al Perú
Nos dirigimos caminando al río y encontramos la balsa, pero no encontramos al balsero. Era imposible cruzar el río a nado porque en esa época estaba sumamente crecido. Si antes tenía 30 metros de ancho, en esos momentos tranquilamente se acercaba a los ochenta o más metros.
Chez, tuvo una idea genial: cogió una piedra y luego de muchos intentos rompió el candado que sujetaba el bote y me dijo, sube. Yo, con mucha desconfianza subí. Él iba a ser el balsero. Esas balsas no usan remos sino unos palos largos que buscan el lecho del río para impulsarse. Chez en su vida había hecho eso, yo menos. El río empezó a arrastrarnos, pero no había nada qué hacer. Con mucho esfuerzo logramos llegar casi al otro lado. Saltamos y dejamos la lancha que para suerte nuestra se atracó en unas piedras… nos mojamos pero llegamos con vida al puesto. Yo me cambié y me acosté… y Chez se fue a seguirla en algún lugar que solo el “Mariscal” lo sabe.

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