En Daniel 1:8, vemos una decisión espiritual que es clave para la vida de la iglesia, especialmente en los últimos tiempos. El campo de batalla que Daniel eligió controlar fue el de la comida. Aunque era un joven instruido en toda la literatura y sabiduría de su época, incluyendo el conocimiento de otras religiones y ceremonias (Daniel 1:17), él entendió que la verdadera lucha no estaba en el conocimiento, sino en cómo se relacionaba con los placeres y excesos de este mundo.
Daniel sabía que su fortaleza espiritual dependía de su capacidad para resistir la autoindulgencia. Por eso, eligió la comida como su primer campo de batalla. Seguramente, recordaba las advertencias de Moisés en Deuteronomio 32, donde el pueblo de Israel cayó en el exilio debido a su desobediencia y excesos. ¿Quieres ver lo que Moisés profetizó?
"Solo el Señor lo guiaba; ningún dios extraño iba con él. Lo hizo cabalgar sobre las alturas de la tierra y lo alimentó con el fruto de los campos. Lo nutrió con miel de la peña, y con aceite que hizo brotar de la más dura roca; con mantequilla y leche de las vacas y ovejas, y con cebados corderos y cabritos; con toros selectos de Basán y las mejores espigas del trigo. Bebió la sangre espumosa de la uva. Pero Jesurún engordó y pateó; se hartó de comida, y se puso corpulento y rollizo. Abandonó al Dios que le dio vida y rechazó a la Roca de su salvación." (Deuteronomio 32:12-15)
Este pasaje revela una profunda verdad: el exceso y la indulgencia llevaron al pueblo de Israel a alejarse de Dios. Se llenaron de las bendiciones materiales y, al volverse cómodos y satisfechos, olvidaron al Dios que les había dado todo. Daniel entendió esto claramente. Al vivir en un entorno pagano y rodeado de excesos en la corte babilónica, supo que para mantenerse fiel debía comenzar restringiendo sus deseos más básicos. Al negarse a contaminarse con la comida del rey, Daniel estaba haciendo una declaración: su lealtad y dependencia no estaban en los lujos de este mundo, sino en Dios.
En los últimos tiempos, esta lección se vuelve aún más relevante para la iglesia. La verdadera batalla espiritual no solo se encuentra en resistir doctrinas falsas o persecuciones, sino también en la lucha contra los excesos y autoindulgencias que pueden llevarnos a olvidar a Dios. Daniel nos muestra que la clave para una vida espiritual firme y enfocada en Dios comienza con la capacidad de controlar nuestros apetitos y deseos.
La historia de Daniel nos desafía a examinar nuestras vidas. ¿Estamos, como Jesurún, llenándonos de los placeres de este mundo y olvidando la roca de nuestra salvación? ¿O estamos, como Daniel, eligiendo la disciplina y la restricción, para que nuestra relación con Dios sea más fuerte que cualquier atractivo terrenal?.



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