Robert Langer, el ingeniero biomédico que ha inventado el chip prodigioso
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 Published On Jan 5, 2017

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En Robert Langer todo es superlativo: su capacidad de trabajo, sus aportes al mundo de la ingeniería médica, su popularidad en un mundo tan poco familiarizado con los focos mediáticos como la ingeniería, incluso las dimensiones de su laboratorio. En un artículo de la revista Nature publicado en 2009 y titulado Being Robert Langer, la periodista Helen Pearson enumeraba con cierto asombro las actividades diarias del investigador del MIT desde que, a las 06.15 de la mañana, iniciaba su jornada diaria con dos horas de deporte y lectura simultáneas. Y el Boston Globe Magazine le dedicó una de sus portadas calificándole como el “hombre más inteligente en Boston”, palabras mayores teniendo en cuenta que trabaja en un centro de investigación que cuenta con 76 premios Nobel. Lo que le ha llevado a esta consideración son sus 1.000 patentes en el campo de la medicina y sus aportes en el terreno de los nanomateriales y la liberación inteligente de fármacos.

Sin embargo, Langler ve su brillante carrera con otra perspectiva y la considera una consecuencia lógica de su aspiración juvenil de hacer algo para ayudar a otros: “En el instituto era bueno en matemáticas y ciencia, pero terrible en el resto de materias declaró a la revista Science Y mucha gente me decía que debería ser ingeniero; yo no sabía lo que eso significaba, pensaba que los ingenieros diseñaban trenes. Aun así fui a Cornell y me matriculé en ingeniería. Durante el primer curso la única clase que me gustaba era química y por eso decidí ser ingeniero químico. Pero después de graduarme no estaba especialmente interesado en la investigación y no me atraía el trabajo: hay que tener en cuenta que cuando yo acabé mi doctorado en 1974, lo habitual para un ingeniero químico era trabajar en una compañía petrolera. Por eso seguí buscando, porque sentía que podía hacer cosas importantes que ayudaran a la gente”. Esas cosas importantes le llevaron a colaborar en una estancia posdoctoral con el cirujano Judah Folkman del hospital infantil de Boston, donde ambos desarrollaron una técnica que significó un gran avance en el tratamiento contra el cáncer.

Cuatro décadas después de aquel comienzo, Langler es el investigador más citado del mundo en artículos y libros, así como uno de los más premiados y reconocidos por la comunidad científica internacional. Gracias a sus investigaciones, ya es posible administrar medicamentos inteligentes controlados por microchips que liberan sus principios activos en las zonas afectadas por la enfermedad sin dañar el resto del organismo. Estos avances se han mostrado muy eficaces contra el cáncer y han abierto una vía de investigación que ya está siendo una revolución en la medicina.

Pero a sus 68 años Langer no se detiene y continúa innovando; en la actualidad trabaja en la fabricación de tejidos artificiales que puedan sustituir partes dañadas de nuestro cuerpo: “La esperanza que tenemos es que algún día, si alguien pierde parte de sus tejidos, como cartílago o hueso o piel, seremos capaces de ayudarle fabricando un nuevo órgano”. Lo que más orgulloso le hace sentir, ha declarado en multitud de ocasiones, no son sin embargo los constantes reconocimiento que recibe por su labor, sino los cientos de médicos e ingenieros que le tuvieron como profesor y mentor; jóvenes que hoy dirigen laboratorios y centros de investigación por todo el mundo gracias a sus enseñanzas. Sin duda, ha cumplido con creces aquella aspiración de juventud de ayudar a otros.

Imágenes cedidas por: Chemical Heritage Foundation
Texto: José L. Álvarez Cedena

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