Sin duda alguna, la ciudad de San Salvador, posee lugares que guardan un tesoro histórico y arquitectónico. Tal es el caso de el Cementerio de los Ilustres.
Localizado en lo que antes eran las afueras de la ciudad de San Salvador, al poniente del Mercado Central; el Cementerio de los Ilustres es una de las tres partes en que se divide el antiguo Cementerio General de San Salvador; las otras dos son (Precisamente) el Cementerio General y la Bermeja.
Dentro del bullicio y el caos del centro capitalino se encuentra este lugar donde parece que el tiempo se detiene y pasa sigilosamente para no interrumpir el sueño eterno de los que yacen en dicho lugar.
A mediados de 1800, y con el auge del cultivo del café; muchas familias acomodadas - pudieron amasar grandes fortunas que les permitieron viajar y educarse en Europa; y experimentar la riqueza artística, cultural y arquitectónica del Viejo Mundo. Dichas influencias arquitectónicas fueron utilizadas no solo para construir sus residencias, sino que también, el poder mandar a edificar mausoleos que estuvieran a la altura de las circunstancias.
El Cementerio de los Ilustres fue bendecido como el primer campo santo civil por el Obispo Tomás Zaldaña en 1849.
Según datos históricos, bajo la administración del presidente Rafael Zaldívar (1876 - 1884) el lugar era conocido el nombre de “Los Ilustres” ya que en dicho lugar se encuentran las tumbas de importantes familias y personajes distinguidos de la sociedad salvadoreña.
En las 6.5 manzanas de terreno contiene más de 400 tumbas en las que se pueden admirar gran variedad de estilos arquitectónicos.
Los estilos artísticos predominantes en los mausoleos son: el neoclásico francés, el neorrenacentista italiano y el neogótico en los del siglo XIX y la primera mitad del XX, hay también manifestaciones de art déco y art nuvó, otros producto de mezclas y algunos otros inclasificables, sencillos, sin pretenciones.
Los fabulosos diseños importados de Europa, en particular de Italia, son en mármol fino de Carrara y de otras regiones italianas, traídos por los hermanos Durini y, a partir de 1900, por los hermanos Ferracutti y la marmolería Esposito. También los hay en lámina troquelada y en mampostería.