En el corazón de la fe evangélica se encuentra la convicción de que Dios no trabaja solo, sino que opera a través de nosotros, sus fieles, para llevar a cabo sus divinos planes. Inspirados por el versículo bíblico de Mateo 18:19, entendemos que la oración en común es una poderosa manifestación de la fe que mueve montañas y abre puertas para la acción de Dios en el mundo.

Este pasaje nos enseña que cuando dos o más se reúnen en Su nombre, Él está presente entre ellos, escuchando y respondiendo a sus peticiones. Es una promesa de unidad y de poder colectivo en la oración, donde la comunión y la armonía prevalecen, y donde la fidelidad de Dios se manifiesta en la respuesta a nuestras súplicas.

La aplicación de este principio en nuestras vidas es vital. Nos recuerda que no estamos solos en nuestras luchas y que, al unir nuestras voces en oración, podemos esperar la intervención divina. Ya sea que busquemos sabiduría, dirección, sanación o provisión, la promesa de Mateo 18:19 es un faro de esperanza que nos asegura que nuestras peticiones son escuchadas y que, en la voluntad de Dios, serán concedidas.