Mauro Fernández Acuña, secretario de Instrucción Pública (lo que hoy sería el ministro de Educación), presentó la reforma educativa de 1886, en la administración del decimocuarto presidente de Costa Rica, Bernardo Soto Alfaro. Esta pretendía que el sistema educativo superara la influencia de la Iglesia católica y la administración de los municipios y se centralizara en el Estado.
La reforma estableció la inspección de centros educativos, la elaboración de planes de estudio, creó reglamentos, enfatizó la instrucción cívica, la división por edades y por niveles académicos.
Mauro Fernández procuró igualar la formación que recibían los hombres y las mujeres.
Entre 1887 y 1888, se fortaleció la educación secundaria, se fundaron el Instituto de Alajuela, el Instituto de Heredia, el Liceo de Costa Rica y el Colegio Superior de Señoritas.
Para 1890, Costa Rica encabezaba los países de América Latina en cobertura de alfabetización y ense- ñanza primaria, gracias a que contaba con educación gratuita y obligatoria.
Hacia 1920, como legado de esta reforma educativa, la mujer comenzó a ocupar nuevos espacios como intelectual y educadora.